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Ella abandonó a su novio por ser pobre. No creerás lo que pasó 8 años después.

11:39 p.m. anthonytr 0 Comments








Pensamos que atrás quedaron los días en que la única razón para casarse era que la mujer buscara a alguien que la mantuviera; que en nuestros tiempos lo único importante es lo mucho que se quieran y cuiden el uno al otro. Sin embargo no es así, y la historia de Luis lo demuestra. 


Luis Escobedo era mesero en uno de los hoteles más lujosos de Acapulco. Era un buen trabajador, siempre a tiempo y trabajando duro. Le encantaba servir a los clientes de diferentes países y convivir con sus compañeros, pero había algo por lo que, pensó él, nunca dejaría su empleo: ver a la hija del dueño, Mariana.



Llevaba 7 meses trabajando en el hotel, y veía a Mariana prácticamente todos los días. Estatura media, cabello negro como el mar a media noche, piel bronceada y tersa, ojos oscuros… no le importaba que todos le dijeran lo consentida y grosera que era: Luis sabía que en el fondo era tan bella como su exterior. 

O eso creyó, hasta que llegó ese día. 

A pesar de que Mariana no lo trataba mal, tampoco le prestaba atención, Luis simplemente no se pudo resistir: le pidió que se casara con ella. Balbuceando y tropezando con las palabras, le confesó lo mucho que la amaba, cuánto trabajaría para darle una vida de reina y que, con el permiso de su padre, la haría la mujer más feliz del mundo. 

Mariana no pudo evitar reírse. Se conmovió con su respuesta, y en un tono normal para dirigirse a un niño de 10 años le dijo a Luis “Yo gasto en ropa en un día lo que tu ganas en un mes, ¿cómo demonios crees que me harás feliz? Cásate con una mesera y sé feliz, y agradece que no le diré a mi papá lo que acabas de hacer.”

Luis renunció ese mismo día. Aunque su amor por Mariana era grande, sabía que había algo mucho más importante: su dignidad. Pero no se fue sin nada: en el poco tiempo que estuvo ahí aprendió muchísimas cosas de los restaurantes de lujo. Desde donde conseguir los ingredientes a cómo tratar a la gente, fue suficiente para que con sus ahorros comenzara su propia empresa.

Pasaron 8 años, y en una fiesta en su hotel Mariana conoció a uno de los Chefs más populares en todo el país. Se gustaron, y a Mariana le atraía no solo su popularidad sino que le podía cocinar a ella personalmente: todas sus amigas la envidiarían.



En su primera cita el Chef la invitó al restaurant donde entró a trabajar hace apenas un mes. Mariana se emocionó, ¡se necesitaba hacer reservación con meses de anticipación, y él lo consiguió esa noche! 

Llegaron al restaurant, un lugar finísimo y bello. Estaba encantada hasta que vio algo que no esperaba: a Luis Escobedo, comiendo como si nada. Fue hacia él, lo saludó, y le preguntó si trabajaba ahí como mesero. Luis sonrió, y antes de que pudiera contestar Mariana le presentó (o más bien presumió) a su pareja. 

Entonces Gonzalo, el chef, agachó la cabeza y dijo “Señor Escobedo, no sabría que vendría hoy. Le presento a Mariana, mi novia. Le quería mostrar su bello restaurant”. Mariana quedó estupefacta. Luis sonrió de nuevo, le estrechó la mano y los invitó a sentarse, retirándose después.

Ya en la comida Mariana le preguntó cómo es que conocía a Luis. “¿El Señor Escobedo? ¡Es mi jefe! Me dio la oportunidad de trabajar aquí. Es un gran hombre: hace apenas 8 años fundó este lugar, después de que una chica lo rechazara. ¿Te das cuenta lo que la ingenua dejó pasar?”. 

Definitivamente Mariana no se dio cuenta, y cientos de chicas que eligen a sus maridos por su dinero y estatus social tampoco lo saben: lo que importa no es el dinero, sino el carácter con el que se consigue. Es ese carácter lo que define a un buen esposo de uno cualquiera, y gente como Mariana, sumergidas en la superficialidad, simplemente no lo pueden ver. 

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