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¡Huí lo más rápido que pude! Corrí hasta que perdí de vista ese lugar de miseria. No sé cuántas veces caí. Hasta qu...

La inocencia que se perdió… ¡Una impactante historia!

3:47 p.m. anthonytr 0 Comments

¡Huí lo más rápido que pude! Corrí hasta que perdí de vista ese lugar de miseria. No sé cuántas veces caí. Hasta que paré aquí me percaté de mi rodilla ensangrentada. Ya no importa si duele, lo que imploro es que no duela nunca más…



Tenía 15 años cuando me fugué de casa. Comencé a tener una mala relación con mi madre cuando ella decidió que su pareja era más importante que yo. Discutíamos mucho. Ella odiaba todo lo que yo era y yo odiaba que ella me hubiese olvidado. Solía golpearme mucho, así que opté por tomar distancia y decidí marcharme. Si había de sufrir sería bajo mis propias reglas. 

Para mí, la calle sería mejor que cualquier lugar falso y tan falto de amor.

Recuerdo claramente el día que salí de mi hogar. Daría lo que fuera por volver a ese tiempo y haberme refugiado en un escuro desván. No importa que estuviese sola. Preferiría la soledad al dolor y la tortura vividas.
Era de noche. Caminaba por calles oscuras de la gran ciudad pensando qué es lo haría. Dónde me refugiaría, qué sería de mí. Ensimismada en estos menesteres cuando sentí un golpe en la cabeza y todo oscuridad…
Desperté en un cuartucho oscuro de no más de 2 x 2. Yacía en un colchón sucio y apestoso. Las paredes mohosas u manchadas. Suciedad y bichos por doquier. Otras dos niñas estaban en el mismo lugar, sus rostros llorosos y asustados. Uno que otro moretón en sus caritas de niñas. ¡Pues eran niñas! Tres hombres entraron al cuartucho. Dos de ellos  sujetaron a las niñas y las sacaron de ahí a jalones. El tercero, el que abrió la puerta, finalmente camino hacia mí y sujetando mi barbilla dijo: “Ya vengo por ti”.

Estaba confundida, aturdida. Un sueño, una pesadilla eso era.

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No sé cuántas horas transcurrieron cuando finalmente la puerta volvió a abrirse. “Vienen por mí”, pensé. Pero… “¿Para qué?”. Dos hombres  encapuchados se acercaron a mí. A tiros y jalones me sacaron del cuartucho. Me llevaron a una habitación pequeña de un lugar que parecía un hotel de mala muerte, habitación donde había tan sólo una cama, me esposaron a la cabecera de la cama con una mano. Algo me inyectaron. Me perdí entre un mareo, entre una sensación de abandonar mi cuerpo. Casi sin poder moverme. Pero escuchaba susurros “Es virgen… 5 mil pesos… Una hora… Hazle lo que quieras“. Un hombre entró. Se abalanzó sobre mí, traté de defenderme y recibí golpes. Me arrancó la ropa, me arrancó mi pantaleta, sentí un dolor terrible, el me arrancó mi inocencia; me violó…
Cuando recobré la razón, estaba adolorida. Lloré. Deseé los brazos de mi madre. Los que presentí no sentiría nunca más. Comprendí lo que sucedía cuando vi entrar a dos hombres más a ese cuarto. ¡No puedes estar pasando esto! ¡No otra vez por favor!.
La pelea inicial, la violación inminente…
Noche tras noche, día tras día. Durante más de cinco años viví esa tortura. Me vendieron cual objeto. Me prostituyeron. No sé cuántas veces me practicaron abortos. Fui víctima de una grupo criminal de trata de blancas. Logré escapar, pero hubo chicas que no corrieron la misma suerte que yo. Un descuido y corrí lo más rápido que pude. Hasta dejar ese mísero lugar.
Ahora que estoy mirándome en este espejo, no sé quién es la mujer del reflejo. No sé de quién es esa imagen con el rostro marcado, con heridas que no sanan, con los ojos hundidos y muertos. Con el alma rota y el espíritu corrompido y deplorable. No sé quién es. Pero jamás volverá a ser quien era. La niña que yo era murió hace más de cinco años en un oscuro y sucio cuartucho de hotel…
Este es un mundo violento. Lleno de gente corrupta y sin escrúpulos. Un mundo donde el ser humano tiene un valor comercial y su muerte o su “venta” no es más que cosa de inversión y pérdida. Sin embargo, la gente que es buena puede ser minoría y de esa minoría dependen las siguientes generaciones. Así que pregúntate ¿Qué mundo quieres para tus hijos?  Basta de esta violencia.

La vida es demasiado bella para vivirla con miedo. Démosle alas a la paz y justicia a quienes sedientos estamos de ella.

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